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Mi pueblo tiene mucho arte

Dulzaineros y Tamboriteros de Hontoria

Dionisio  Benito Cañas

 Nació por el año de 1926 en Hontoria;  y andando el tiempo sería un aficionado a sonar nuestra dulzaina. Tuvo un maestro destacado: Marcos  Piñuelas.  Vivía en Segovia, en la calle San Antón, a donde acudían, según nos cuenta Dionisio 16 o 17 muchachos como él, todos con ganas de aprender. Pero con el tiempo fueron quedando menos, y de tres a final sólo él continuó cultivando este bonito arte popular de la dulzaina.

Compró su primera dulzaina en Valverde del Majano, y después compró otra a Bonifacio Barba, dulzainero de Hontoria. Se la vendió por 150 pesetas( hoy algo menos de un euro), en 1944.

De sus comienzos se  acuerda cuando empezó un 21 de agosto y el 30 de octubre ya sabía  nueve canciones  entre mazurcas, pericones, pasodobles... y dos jotas.  Y con ese saber, se fue con su hermano Cristino, al tamboril, a tocar en Revenga el 3 de Noviembre de 1944.

Su oficio ha sido ir al  pinar todos los días desde 1939 hasta 1961. Nos dice que la dulzaina le gusta mucho y "la quiere tanto como a la mujer y a los hijos, considerándole uno más de la familia". 

Cristino  Benito Cañas  

Este es hermano del anterior, y su especialidad es el tamboril. Nació el  24 de julio de 1930, y tuvo una vocación muy temprana por el tamboril. Al cumplir los 7 años empezó a aprender.  Haciendo de vaquero en el campo, el muchacho empieza a ensayar el ritmo de la percusión con una lata, dedicando varias horas al día en esa ocupación. No sabía nombres ni ritmos, porque empezaba desde cero, y  no tenía otra cosa que su decidida voluntad de ser tamboritero. Por eso preguntaba a los dulzaineros como se llamaban los ritmos que tocaban y de esta manera empezó a diferenciarlos. Él siempre estaba muy atento al tamboril , al ritmo que le interesaba, y mientras otros muchachos andaban a su aire en el baile,  él seguía  atento a las intervenciones  de los gaiteros y tamboriteros. Unos dulzaineros muy famosos, "Los Siverios", llamados  Mariano  San Romualdo,  Miguel San  Romualdo y  Simón  San Romualdo;  venían los domingos a Hontoria a hacer títeres y tocaban un baile de dulzaina,  y  Cristino siempre estaba muy atento a lo que pudiera aprender.  Y en esa "escuela de de ritmo y música",  que es el salón o la calle,  comenzó a conocer los ritmos de la dulzaina.  Ella fue su primer, mejor y único maestro.

 

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